Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado

Actualidad 21 de julio de 2023 Por ECV
Acercamiento entre las partes: la contraoferta de Economía al FMI
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Por Pablo Tigani

La historia de la comparsa se remonta al siglo XVI en el norte de Italia cuando la Commedia dell’ Arte llevó miles de obras de teatro a lugares recónditos. La improvisación y la espontaneidad de las producciones dramatúrgicas requerían la comparecencia de actores secundarios sobre el escenario. Así, rodeado de todos sus ministros, ocho días antes de asumir, Macri afirmó que su gabinete era “el mejor equipo en los últimos 50 años”. “Esta es buena gente”, aseguró en el Jardín Botánico. Allí quedaban retratados para la historia: Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich, Jorge Lemus, Julio Martínez, Germán Garavano, Carolina Stanley, Sergio Bergman, Ricardo Buryaile, Pablo Avelluto, Esteban Bullrich, Francisco Cabrera, Susana Malcorra, Oscar Aguad, Jorge Triaca (h), Andrés Ibarra, Juan Aranguren y Alfonso Prat-Gay. Por estar de viaje, faltó a la foto Lino Barañao. Tampoco asistieron Fernando de Andreis, José Cano y los dos asesores de Marcos Peña: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. Se perdieron la foto los célebres hombres clave: Federico Sturzenegger, Nicolas Dujovne, Luis “Toto” Caputo y Hernán Lacunza.

 

La pesada herencia de aquella comparsa era cada vez más obesa, en agosto 2019. Al programa financiero 2020 lo estaban dejando en el borde del abismo. Lo que quedaba claro era que, con el “default selectivo” propinado por S&P, el gobierno lograría “patear las latas” de u$s 6.100 millones más $ 237.000 millones para la casa de Alberto Fernández, todo lo que vencía desde septiembre a diciembre, pero las obligaciones financieras a pagar por la próxima administración se incrementarían en u$s 5.000 millones más $ 146.000 millones en el primer semestre del año, apenas asumiera.

 

En cuanto al “cepo reestablecido” por Macri, era tan precario e improvisado que todo apuntaba a que tendría que ser reforzado por Alberto Fernández apenas asumiera su mandato. En ese contexto, de convulsión política seguida de latigazos económicos, se desplomaba el nivel de actividad y el empleo, mientras se aceleraban la tasa de inflación y el riesgo país. Una vez más la triste historia neoliberal se repetía, “nos habíamos caído del mundo, esta vez con Mauricio Macri”. La pesada herencia que tomaría el próximo presidente el 10 de diciembre supeditaría su misión a su habilidad, ingenio y, voluntad de los acreedores estafados.

 

El contundente triunfo de la oposición el 11 de agosto 2019, al corriente de quienes se dedican a realizar “encuestas en serio”, más el temor que instalaron por Cristina Kirchnenstein por sus antecedentes de crecimiento del PBI, consumo e inversión; recuperación de la soberanía energética, alta participación de los trabajadores en el ingreso nacional, más el miedo a una transición desordenada por la fragilidad financiera y el extremo debilitamiento político del peor gobierno desde el regreso de la democracia, dinamitaron la confianza, provocando un derrumbamiento fenomenal de la demanda de activos argentinos.

 

Alberto Fernández atribuía al FMI el financiamiento la salida de capitales y le imputaba la catástrofe social que podía estallar en la Argentina. En consecuencia, tras una fugaz tregua financiera-cambiaria para ganar dinero con la pax ficticia organizada el viernes y la disparada del lunes, se reavivaba la desconfianza Macrista. Los organizadores no perdían una sola oportunidad de ganar dinero.

 

Por la decisión de defaultear la deuda de corto plazo (reperfilamiento compulsivo y no equitativo de los vencimientos en pesos y en dólares) la agencia de calificación S&P declaraba en situación de impago al país, el jueves 29 de agosto 2019, generando una corrida al dólar, acelerando la pérdida de reservas. Se intensificaba así también, la corrida de depósitos bancarios y llegaba de nuevo “el cepo al dólar”.

 

Las cifras de una fuga de extensiones históricas detonadas por la bronca y/o el plan de mauricio Macri

 

Aumento de Credit Default Swap-CDS-5 años- (+477%), aumento del riesgo país (+189%), caída del Merval en dólares (-58%), desmoronamiento del precio de BONAR 2024 (-57.6%), venta dólares del BCRA en el MULC (u$s 2.038 millones), pérdida de reservas (-u$s14,160 millones), pérdida de depósitos en dólares (-u$s4,746 millones), pérdida de depósitos en pesos (-$51.000 millones), aumento tasa LELIQ (+22%, hasta 85.7%)

 

Antes del default y el cepo, el BCRA ya había perdido u$s12.300 millones en tan solo 14 días hábiles. Es decir, había suficiente gente con dinero que sabía que Macri perdía las PASO por paliza. El ritmo de pérdida de reservas se hacía insostenible, y los dólares no alcanzaban para atender todos los frentes deteriorándose simultáneamente. Era imparable el exceso de demanda de divisas, el pago de la deuda de corto plazo del Tesoro que ya no se refinanciaba, más la pérdida de depósitos en dólares.

 

Las dificultades para refinanciar la deuda de corto plazo eran enormes. El 13 de agosto sólo se renovó solo 5% con sector privado, el 28 de agosto se declararon desérticas las licitaciones de letras en pesos y dólares. El Tesoro enfrentaba vencimientos de letras por u$s 17.000 millones hasta fin de año: u$s 9.700 millones en dólares y $ 400.000 millones en pesos. Y, aun si hubiese llegado el desembolso del FMI, al Tesoro le faltaban unos u$s 8.500 millones para cerrar la caja en dólares 2019, y algo más de $ 400.000 millones para cerrar la caja en pesos, que solo se podían cubrir recurriendo al financiamiento monetario del BCRA vía giro de utilidades y adelantos.

 

Ante el desastre descripto optaron primero por defaultear los pagos de la deuda del Tesoro de corto plazo: Letes en dólares y Lecap en pesos, y enseguida se hizo inexorable el cepo al dólar. Con la reprogramación “de prepo” de la deuda, o reperfilamiento compulsivo y no equitativo de los vencimientos en pesos y en dólares, se anunció la voluntad de reprogramar los plazos de la deuda más larga con vencimiento hasta diez años y con el FMI…

 

El cepo Macri-Lacunza redujo el plazo del que disponían los exportadores para liquidar sus exportaciones, impuso límites a la compra de divisas, tanto para empresas como las personas humanas y, estableció mecanismos que preveían la conformidad previa del BCRA para realizar la mayor parte de las operaciones que se llevaban a cabo a través del mercado de cambios. Ya no se pagarían los vencimientos de corto plazo de letras emitidas por el Tesoro a inversores institucionales, enviaban al Congreso un proyecto de ley de canje de bonos a mediano plazo emitidos bajo ley local, “invitaban” a los bancos extranjeros a renegociar la deuda de mediano plazo a 10 años, iniciaban una negociación con el FMI para aplazar el pago de los vencimientos de la deuda. No podían pagar la deuda que acababan de contraer con el FMI.

 

En la contingencia y a los ponchazos se tomó la peor decisión estructural, que tendría consecuencias devastadoras por muchos años. Hubiera sido conveniente instalar inicialmente el control de cambios, en la primera semana post PASO, pero todavía tenían que seguir dispensando dólares a diestra y siniestra. Se pospuso el pago de las letras del Tesoro a fechas sin que estuviese claro cómo iban a ser pagadas por el próximo Gobierno.

 

La Argentina estaba en una transición política clara-Cambiemos se iba-, no existían incentivos para que el Congreso respaldara la propuesta, se carecía de un plan fiscal serio para considerar cualquier alternativa. Sin saber cuál iba a ser el programa fiscal del próximo gobierno o estar al corriente si podría pagar, los tenedores de bonos tendrían menos incentivos para aceptar el canje. La posibilidad de que no llegara el desembolso de u$s 5.400 millones del FMI había aumentado connaturalmente con el descredito de Macri.

 

La reprogramación de la deuda de corto plazo podía complicar la colocación de Leliq, y la absorción de pesos del BCRA, ante bancos donde seguían cayendo los depósitos. Con un programa monetario que colapsó y el programa del FMI demorado en palabras del ministro Hernán Lacunza, la situación es realmente alarmante. El plan de “reperfilamiento” no resolvió el problema de la insolvencia fiscal intertemporal por la deuda pública argentina, que representaba más del 90% del PBI, habían impulsado el endeudamiento al doble de cuando empezaron. En ese contexto lucia que la renegociación con acreedores privados podía ser con quitas importantes.

 

Las personas físicas, desde ahora, solo podrían comprar hasta u$s 10.000 por mes sin autorización del BCRA, mientras que otras entidades locales debían solicitar permiso independientemente de la cantidad. Los ciudadanos no residentes estaban limitados a una compra de u$s 1.000 por mes, pero no podían transferir esos dólares a sus países. Los exportadores debían vender los ingresos en divisas dentro de los 5 días posteriores al pago y también dentro de los 15 días posteriores a la autorización del envío en el caso de las exportaciones de bienes. Se prohibió el acceso al mercado de cambios para el pago de deuda en moneda extranjera a los residentes, y se requería la autorización del BCRA para el giro al exterior de dividendos. Los corredores de bolsa no podían aumentar sus tenencias de divisas en relación con el máximo de sus posiciones promedio de agosto de 2019 o sus estados de fin de mes sin la aprobación del BCRA. Un límite a la posición neta global en moneda extranjera de las instituciones financieras se establecía en u$s 2.5 mil millones o 4% de su RPC- “Responsabilidad Patrimonial Computable” - medida del patrimonio ajustado. Para cada transacción en el mercado de cambios se debía incluir el motivo de la avenencia, el cumplimiento de los límites de los requisitos establecidos, y una firma del titular de la cuenta.

 

El trasfondo, de “la apertura boba” -a cambio de nada-, trajo como resultado nuevamente, la vulnerabilidad macroeconómica de la Argentina. La destrucción de valor a la que asistimos en aquellos últimos días de agosto 2019 quedaría como otro doloroso récord neoliberal, avergonzándonos en los libros de la historia económica mundial. Se desplomaba el nivel de actividad y el empleo, mientras se aceleraba la tasa de inflación y el riesgo país. Atrás quedaba la pomposa reunión del Davos argentino, la pobreza cero y tantas otras mentiras, el mundo no alcanzaba a comprender lo qué le había pasado a Macri, solo veían que la herencia que recibiría el próximo presidente el 10 de diciembre 2019, condicionaría fuertemente su gestión.

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ECV

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